miércoles, marzo 01, 2006

Ya hemos llegado a Santiago ...

Despues de mil peripecias hemos conseguido llegar a Santiago de Chile! Realmente volar es toda una experiencia para los sentidos ...

Pero empiezo por el principio: salimos Armand y yo de Barcelona el 27 de Marzo hacia Madrid con un vuelo de Iberia. Después de media hora de retraso conseguimos embarcar y poner rumbo a Madrid. El espectáculo que veíamos por la ventanilla del avión era espectacular; media España nevada como en las postales ... desde la altura todo es bonito, claro!

Sobre las 19 h llegamos a la recién inaugurada terminal T4. Las primeras impresiones son espectaculares: amplia y luminosa, aunque cuando se baja la vista, resulta un poco desangelada. Mucho espacio para muy poco tráfico de personas. Dejamos los millones de paquetes que llevábamos en la consigna y nos dispusimos a celebrar el inicio de la expedición con una buena ración de tapas en el centro de Madrid. Y teníamos tiempo de sobra. Nuestro vuelo para Santiago de Chile no salía hasta las 00.10 horas. La terminal T4 está conectada con el resto del mundo (es decir con la terminal T2, donde está la parada de metro de Barajas) mediante autobuses-lanzadera gratuitos. Si tienes suerte y no pillas un conductor suicida que pretende que nadie llegue a la terminal T2 estrellando el autobús en alguna curva imposible, llegas a la terminal en unos 15 minutos. De allí a Sol, un suspiro.

Cerca de la plaza de Sol encontramos un bar taurino típico (Taurina) donde dimos cuenta de unos huevos rotos, una ración de lacón y de un par de cañas por cabeza. Con el estómago satisfecho, decidimos volver a la solitaria T4 para realizar el embarque con tiempo. Temíamos que el exceso de equipaje que llevábamos supusiese una ardua negociación con la persona del mostrador del check-in de Iberia ... ilusos!

Después de recuperar el equipaje de la consigna abordamos el mostrador del check-in a las 21 horas ... y allí empezó la odisea. La chica encargada del check-in nos dijo muy amablemente que nuestros billetes estaban en stand-by, que es la forma educada actual de decirte que estas dentro del grupo de pasajeros afectados por el overbooking. Yo, todo decidido, le enseñe mi tarjeta de fidelización de Iberia-Plus, y le dije que debíamos volar a Santiago porque nos estaban esperando ... una vez mas, iluso!

La amable chica de Iberia hizo un par de anotaciones en nuestras tarjetas de embarque y, muy amablemente, nos comminó a ir al mostrador 900 donde se solucionaría nuestro problema de overbooking. Eran las 21.30 horas cuando Armand y yo llegamos a una cola infinita de pasajeros con billetes en stand-by. Delante nuestro teníamos a un estdiante argentino que pretendía volver a su país, y delante de él, había un grupo de uruguayos que no podían embarcar hacia Uruguay, y así sucesivamente hasta llegar a dos mostradores donde había dos personas de Iberia trabajando afanosamente ... o eso es lo que nosotros creíamos. A las 22 horas la cola no se había movido ni un milímetro y algunos pasajeros de la cola empezaron a ponerse nerviosos. A las 22.30 horas sólo habíamos avanzado un par de metros, y empezamos nosotros a ponernos nerviosos. "Si la cola avanza un par de metros a la hora, no llegaremos al mostrador 900 a la hora del embarque". Aparentemente, no fuimos los únicos de la cola que hicimos ese razonamiento. A las 23.00 horas la cola que, hasta ese momento habíamos mantenido perfectamente ordenada, colapsó en dirección al mostrador 900. La razón fue que, sin una lógica aparente, empezaron a llamar a pasajeros para Santiago de Chile. Evidentemente, los pasajeros agraciados se apresuraban a llegar al mostrador pero los pasajeros que estaban antes que éstos no permitían su paso. El ambiente se fue caldeando, y cuando todos los pasajeros nos agolpábamos frente al mostrador 900 la tensión estalló. Un par de pasajeros se pusieron a gritar a las dos personas de Iberia que estaban en el mostrador 900, y éstos empezaron a justificar la existencia del overbooking "porque la ley lo ampara". Además, y según ellos, la culpa de ser pasajeros en stand-by era nuestra por comprar billetes baratos! Nos dijeron que si hubiésemos comprado billetes más caros ese problema no lo hubiésemos tenido. Para no tener problemas de overbooking con billetes baratos se nos 'sugirió' que lo mejor era hacer el embarque 24 horas antes del vuelo!! Fue lo que nos faltó. Encima de no entender porqué no ponían un mostrador 900 para cada destino en lugar de poner uno para todo el mundo, sólo nos faltaba que nos maltrataran e insultaran de esa forma ... evidentemente, todas las 'sugerencias' y comentarios fueron contestados de forma más o menos educada por los que nos sentíamos indignados por el maltrato al que nos sometía la compañía Iberia.

En el mostrador 900 empezaron las prisas para cerrar la lista de pasajeros ya que se lo exigían desde el mostrador de embarque, y a eso de las 23.30 horas cerraron la lista definitivamente. En las casi 2 horas que estoicamente habíamos hecho cola delante del mostrador 900 no habíamos avanzado más de tres metros. Realmente era indignante. Le pregunté a un chico del mostrador 900 que era lo mejor que podíamos hacer, y me comentó que, ya que no volábamos ese dia, lo mejor era ir a cualquier mostrador e intentar cambiar los billetes para el día siguiente.

Con un cabreo infinito, Armand y yo nos dirigimos al primer mostrador que encontramos abierto. detrás de él había un chico, y a su lado, por casualidad, resultó estar la misma chica que nos atendió la primera vez. Le contamos a los dos lo que nos había pasado y, al comprobar nuestros datos en el ordenador, nos dijeron que no entendían que hacíamos allí delante porque no solo teníanos plaza en ese vuelo si no que además nos habían pasado a la clase business!! Entonces el enfado fue mayúsculo. Nos quedábamos en tierra por un problema de incompetencia y no por un problema de sobreventa de billetes! Los dos chicos de Iberia intentaron que entrásemos en el avión, pero (1) no teníamos las maletas facturadas y (2) estábamos demasiado lejos de la terminal donde estaba la puerta de embarque (más de 30 minutos). Estuvieron hablando con un chaqueta roja (supongo que su superior) y no hubo manera. El embarque del avión estaba siendo muy puntual y no podía esperarnos.

Resignados a quedarnos en tierra les solicitamos que nos canviasen los billetes para el dia siguiente, y facturamos las maletas que no necesitábamos para pasar la noche en Madrid. Evidentemente, perdimos la clase business y nuestros billetes, cual calabazas de Cenicienta, se volvieron a convertir en vulgares billetes de clase turista. Nos dijeron que igual mañana podíamos preguntar a alguna persona de un mostrador de check-in de Iberia sobre la posibilidad de solicitar recuperar la perdida clase business, pero no nos dieron ninguna esperanza. También nos dijeron que teníamos derecho a una indemnización económica y a que Iberia nos proporcionase una habitación de hotel para pasar la noche. Los trámites de cambio de billete fueron largos, y son aburridos de contar, y eran casi la 1 de la madrugada cuando nos fuimos al mostrador de Atención al Cliente de Iberia para tramitar la indemnización económica. Allí, los trámites se volvieron a eternizar. Nuestros papeles (y aún no se que papeles son) estaban mal hechos, y hubo que rehacerlos. Total, al final cobramos 600 euros cada uno, y totalmente rendidos y enfadados nos llevaron a un hotel a las afueras de Madrid para pasar la noche. Curiosamente, todos los que estábamos en el hotel contábamos historias parecidas de Iberia lo que me hace sospechar que el hotel era de la misma compañía Iberia y lo tenía para el uso exclusivo de pasajeros con overbooking. Nos dieron un vale para todas las comidas que necesitábamos y otro vale para internet. Había que contactar de alguna forma con las personas en Chile que estaban pendientes de nuestra llegada. Sobre las 2 de la madrugada, nos íbamos a cenar al asador del hotel. Justo entrábamos cuando ya estaban cerrando. El maitre, con cara de pocos amigos, nos sirvió un plato que comimos aún indignados por el trato que nos había dispensado Iberia ... a eso de las 2.30 horas, me metía en cama totalmente rendido.

Armand y yo nos volvimos a encontrar a las 10 de la mañana para desayunar. Aún no habíamos digerido el maltrato de Iberia, y volvió a ser tema de conversación durante el desayuno. La mañana del martes la pasamos viendo la exposición de "Faraón", ubicada en el Centro de Exposiciones, junto al Paseo de la Castellana, y que está organizada por el Canal de Isabel II. La exposición está abierta hasta el 14 de mayo de este año, y consta de la exposición propiamente dicha (con piezas soberbias) y de una proyección en 3-D de unos 20 minutos de duracón, aproximadamente. Como no teníamos nada más que hacer, sacamos la entrada para la exposición y la proyección. Había muchísima gente, pero la verdad es que la exposición esta genialmente organizada y las piezas son muy buenas. Después de ver la exposición nos fuimos a comer en un bar cercano, y a las 15 horas nos fuimos a ver la proyección. Una vez sentados en el interior de la sala de proyecciones nos hicieron apagar los móviles "porque la proyección era en 3 dimensiones"! aun no entiendo que tiene que ver una cosa con la otra, pero lo cumplimos todos a rajatabla. La proyección, hecha por "The British Museum" fue absolutamente espectacular. En 20 minutos contó la vida y milagros de una momia, y lo que mediante el estudio de un TAC completo de ésta se podía deducir. Absolutamente genial.

De allí, nos bajamos andando por el Paseo de la Castellana, torcimos por Atocha y nos llegamos a la Plaza Mayor. En un pub irlandés nos bebimos una pinta Guiness, y de allí nos volvimos hacia el hotel. Cenamos en el hotel y a eso de las 9.30 horas nos fuimos al aeropuerto. Llegamos a las 22 horas a la terminal T4. Armand estaba decidido volver a solicitar recuperar nuestra perdida classe business y yo no tenía ninguna esperanza. Le comenté que si quería luchar por ello me parecía genial pero que yo no me sentía con fuerzas. Armand se cogió las tarjetas de embarque de ambos y, con paso decidido, se acercó al mostrador de check-in que le quedaba más cerca. Estuvo hablando con una chica durante más de diez minutos, y al cabo de ese rato volvió donde yo estaba esperándole. Me comentó que la chica de Iberia había puesto una anotación en nuestros billetes donde decía "cambio de clase si es posible" y le comentó que lo volviera a comentar con las personas del mostrador de embarque. De todas formas, la chica de Iberia le comentó a Armand que la clase business ya estaba completa y que teníamos muy pocas posibilidades de cambiar nuestros billetes.

Durante todo el trayecto desde el mostrador de check-in hasta la puerta de embarque estuvimos fantaseando sobre la posibilidad de volar en clase business y lo genial que podria ser, pero yo, tenía bastante claro que no teníamos ninguna opción. Esto no vuelve a pasar dos veces seguidas ... Cuando las chicas de Iberia se personaron en el mostrador de embarque, Armand volvió a la carga. Justo cuando se iba hacia el mostrador le dije "te pago dos botellas de buen vino si consigues cambiar la clase de los billetes". Durante otros 10 minutos estuvo hablando con las dos chicas de Iberia y volvió sonriente. "Que me habías comentado sobre dos botellas de vino?" Lo había conseguido!! Había cambiado nuestros dos billetes de la mísera clase turista por dos billetes de la hiper-clase business!! yo no me lo podía creer ... y de hecho no me lo creí de verdad hasta que cerraron las puertas del avión una vez todos hubimos embarcado. Nunca he perdido una apuesta más a gusto que ésta. Al final, Iberia se había comportado con nosotros, y de no ser por el absoluto lio en el mostrador 900 no tendríamos queja alguna.

Sentarse en una butaca de avión donde, por mucho que estires las piernas, no llegas a tocar la butaca de enfrente es un auténtico sueño. Armand y yo parecíamos dos niños pequeños con zapatos nuevos. No parábamos de tocar cosas, botones y preguntarnos el uno al otro sobre el funcionamiento de todos los artilugios que teníamos a nuestro alcance. La butaca tenía más botones que una Game-Boy: que si para levantar los pies, para inclinar el reposacabezas, que si para estirarse completamente, que si el masaje relajante, que si la lampara de xenon particular, que si ... en fin, todos los gadgets que uno se pueda imaginar y encima para uso y disfrute particular.

Justo después despegar, nos repartieron el neceser de viaje (que es más grande que el que yo uso de forma habitual!), pasó la sobrecargo y a cada uno de nosotros nos explicó el uso del correo elctrónico y del chat y sirvieron una cena fría (de la que dió buena cuenta Armand) con servilletas y mantel de algodón, cubiertos metálicos, y a juzgar por la expresión de Armand, deliciosa de verdad. Yo no comí porque tenía el estómago hecho un revoltillo por culpa de mis nervios a volar. Las azafatas en clase business se deshacen en atenciones hacia los viajeros ... y lo hacen igualito quepara con los de clase turista, o no?

Después de cenar, sacamos las pantallas individuales y nos dispusimos a gozar de la película que más nos apeteciese de entre casi la docena que podías escoger. Armand no vió acabar la suya porque se durmió profundamente. Todos nos habíamos reclinado en nuestras maravillosas butacas móviles, y quien más quien menos se había ido durmiendo. Yo me he pasado toda la noche reclinado pero sin dormir por culpa de mi miedo a volar ...

En fin, vaya diferencia de volar en clase turista a hacerlo en clase business! como decía Armand esta mañana la cortina no separa dos clases si no a dos mundos! Esta mañana me sentia cansado, pero no por el viaje en sí, sino por no haber dormido esta noche pasada ... así si que da gusto viajar ... Armand y yo hemos llegado a la conclusión que, cada vez que viajemos con Iberia, compraremos el billete más barato a ver si podemos repetir viajar en clase business!

O sea que al final, hemos llegado 24 horas más tarde de los previsto a Santiago de Chile pero habiendo viajado en clase business y con 600 euros de más en el bolsillo. No esta mal, no?

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