jueves, octubre 05, 2006

No me puedo ir de casa ...

Esta noche pasada ha sido de infarto.

Por la tarde, a eso de las 19.30 horas, después de salir medio atontado del congreso (por el vuelo un poco movido que me había puesto de los nervios durante la mañana, por ser la primera tarde del congreso y acabar tarde) llamé a casa a ver que tal estaban Graciela y Bàrbara, y para decirles que había llegado a Bolonia sin contratiempos. Nadie me cogió el teléfono. Normal, pensé, habrán salido a comprar alguna cosa ...

A eso de las 20.00 horas volví a llamar y nadie respondió. Me empezé a inquietar porque, en teoría, no había nada previsto (al menos que yo supiera), pero me imaginé que habían cambiado los planes a última hora ... Volví a intentarlo a las 20.30 horas, y continuaba sin haber nadie en casa. En ese momento me intranquilicé de verdad, y llamé al móvil de Graciela ... al instante me contestó. ¿Donde estais? ¿Porque no cogeis el teléfono de casa? le pregunté. ¿Sabes dondes estamos?, me respondió ... en urgencias del Hospital de San Juan de Dios (uno de los hospitales para niños de Barcelona). Antes que reaccionara me dijo que Bàrbara se había roto algún hueso del antebrazo izquierdo en el colegio. ¡¡¿¿QUE??!! Mi corazón se aceleró lo indecible y me asusté de verdad.

Sobre las tres de la tarde, Bàrbara había tropezado tontamente con la pata de una mesa de su clase, se había caído y se había fracturado algún hueso. Lo peor aún estaba por venir: había caído mal, y la fractura había sido bastante mala, desplazándose mucho los dos extremos rotos uno respecto al otro. El brazo estaba muy deformado debido al desplazamiento. La maestra de su clase ha había ayudado a incorporarse con calma (Bàrbara estaba totalmente mareada), había llamado a Graciela para contarle el accidente, y gracias a la madre de un compañero de Bàrbara, las dos habían llegado al hospital sobre las 4 de la tarde. Desde las 4 hasta ese momento, Bàrbara había estado estirada en una camilla esperando a que el traumatólogo de guardia diagnosticara que realmente había pasado ... llevaban esperando 4 horas porque el hospital estaba, para variar, totalmente colapsado.

Después del breve informe, sólo tenía en la cabeza volver a casa como fuera. Tenía que volver a casa. No podía quedarme en el (maldito, en ese preciso instante se convirtió en maldito) congreso hasta el domingo a mediodía, que es cuando tenía inicialmente prevista mi vuelta a casa.

¿Quieres que vuelva? Mañana por la mañana puedo encontrar un vuelo para volver a casa. Graciela me contestó que, de momento, no hacía falta que volviera. Mantenme informado sobre lo que diga el traumatólogo y que diagnóstico da. Y colgué. Estaba realmente asustado.

La llamada la había hecho de camino a un restaurante situado en el casco antiguo de Bolonia para cenar con otras 3 personas. Al ver mi cara de miedo me preguntaron que me pasaba. Les conté lo que Graciela me acababa de contar. No te preocupes, Santi, seguro que todo se arregla sin problemas ...

Sobre las 9.30 horas, mientras intentaba comerme el segundo plato de la cena, Graciela me volvió a llamar. El traumatólogo acababa de salir del cubículo donde estaban después de examinar cuidadosamente Bàrbara y de hacer unas cuantas radiografías ... Bàrbara se había roto el radio del antebrazo izquierdo y la fractura se había desplazado mucho. Para volver a situar los dos fragmentos en su sitio tenían que anestesiar completamente a Bàrbara. Ya habían comenzado a hacerle las pruebas pertinentes para calcular la dosis correcta de anestesia. El problema estaba en que, en esos momentos, no había ningún anestesista de guardia libre y no sabían cuando podrían proceder a recolocar los huesos fracturados. Hablé con Bàrbara, y la pobre, hablaba con un hilo de voz. Papa, me duele mucho ... se me hizo un nudo en la garganta. Tienes que ser muy valiente ¿vale?, le dije, y me contestó que lo sería ... que lo intentaría, pero que le dolía mucho. Yo estaba lejos y no podía acariciarla para tranquilizarla. Y me estaba desesperando más por momentos.

La cosa se complicaba ... y cada vez me ponía peor. No me hacía ninguna gracia que anestesiaran completamente a Bàrbara, y así se lo comenté a Graciela. Quedamos en que volvería a hablar con el traumatólogo para ver si había alguna alternativa a la anestesia general. Cuando supiera alguna cosa me volvería a llamar. El segundo plato de la cena se me acababa de indigestar completamente ... yo estaba en Bolonia sin poder hacer nada. Y ese pensamiento me desespereba mucho ...

A eso de las 23 horas, Graciela me volvió a llamar. El traumatólogo no veía alternativa a la anestesia general. O lo hacían con anestesia, y Bàrbara no se iba a enterar, o lo hacían sin anestesia y Bàrbara sufriría lo indecible ... Evidentemente, no había alternativa. Le dije a Graciela que me llamara en cuanto todo hubiera acabado. Sobre la medianoche, Graciela me dijo que todo había acabado. Estaba junto a Bàrbara, que se estaba despertando de la anestesia, y ya tenía todo el brazo completamente escayolado ... en el otro llevaba una vía por donde le estaban suministrando suero y calmantes. Debido a la anestesia, Bàrbara debía pasar la noche en el hospital. Le dije que mantendría el teléfono móvil conectado toda la noche, y que sucedía alguna cosa que me lo dijera inmediatamente ...

Esta noche pasada casi no he dormido. He estado pendiente del teléfono. No quería dormirme por si sonaba ... además tampoco tenía sueño. Estaba demasiado nervioso.

A las 7.30 horas de esta mañana las he llamado para saber como estaban. Bàrbara había pasado una buena noche (buena dentro de lo que se puede pasar en un hospital donde entran constantemente infermeras para ver tu evolución). Habían empezado a suministrarle liquidos para ver si los toleraba, y de momento, la cosa iba bien. Por contra, Graciela estaba débil. Con todo, se le había olvidado de cenar ayer y ahora se estaba mareando ... encima casi no había dormido. Baja a desayunar porque si no vas a caer redonda ... Así lo haré. Y colgué.

El congreso transcurrió sin que me enterara ... yo tenía la cabeza en el hospital de Barcelona y no podía concentrarme en las diferentes ponencias. A las 11 horas, ya no podía más y las llamé para ver como estaban. Estaban en la fila de admisiones del hospital para tramitar la salida e irse para casa. Parecía que la pesadilla tocaba a su fin ...

Hablé con Bàrbara. Papa, ¿sabes que? las infermeras me han dicho que he sido muy valiente. Me llené de orgullo. Muy bien cariño, te has portado como una jabata, le dije. Ahora iros para casa y a descansar. No podía decirle nada más porque me embargaba la emoción ...

Este mediodía las he llamado y la situación ya estaba bajo control. Nada más llegar a casa, habían comido alguna cosa y se habían metido en la cama a recuperar horas de sueño.

¿Por que estas cosas te pasan cuando estas lejos de casa? Empiezo a odiar los congresos ...

2 comentarios:

Jose y Ana dijo...

Bueno, Santi, menos mal que no ha sido nada y todo ha acabado bien... pero me has tenido en vilo leyendo tu post hasta el final!! Un beso muy fuerte y ánimos para Bárbara.

santi dijo...

Si Ana ... todo ha quedado en un buen susto y cuarenta días de yeso. Entre mi pierna y, ahora el brazo de Bàrbara, llevamos un buen Annus Horribilis!!