miércoles, noviembre 08, 2006

Calidad vs. cantidad: cómo ser más papista que El Papa.

Trasteando por la hemeroteca del periódico El País he ido a dar con un artículo fechado el 25 del pasado mes de Octubre y firmado por Xavier Bellés, del Profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de Biología Molecular de Barcelona y Coordinador del área de investigación de Recursos Naturales de dicho organismo.

El artículo dice así (y lo transcribo literalmente):

Te juzgarán por cuánto has hecho, no por cómo lo has hecho", le hace decir Pío Baroja al protagonista de su novela Las inquietudes de Shanti Andía. Y se lo hace decir con aire de tristeza, no con propósito de estímulo. La frase evoca una situación que se da a la hora de juzgar la actividad científica, tanto a escala de un investigador individual como de un colectivo. Demasiado a menudo, el número de artículos publicados es el socorrido parámetro que sirve para evaluar desde una solicitud de financiación hasta una candidatura a un puesto de trabajo. Como criterio de calidad se considera si los artículos han sido publicados en alguna de las 7.500 revistas analizadas por el Thomson Institute for Scientific Information (ISI). Esas revistas son de solvencia contrastada y de referencia en cada especialidad, y cada una tiene un factor de impacto (FI) calculado a partir del número de veces que los artículos publicados en ella son citados después en otros artículos. Como el número de citas que recibe un artículo indica el interés que suscita, el FI deviene un referente del prestigio de la revista donde se publican. Por lo demás, el FI de esas 7.500 revistas es muy dispar, variando entre 0,01 y 49,79.

Hace 20 años, el reto de la ciencia española era asegurarse una presencia estable en las revistas de solvencia internacional. Por eso se impusieron los criterios de evaluación mencionados arriba. Hoy en día, España ya ocupa el décimo lugar en la lista de países ordenada por el número de artículos publicados en revistas ISI. Pero cuando la lista se ordena por el número de citas que obtienen nuestros artículos, España pasa a ocupar el decimoséptimo puesto. La conclusión es que la calidad e interés de los mismos está por debajo de lo esperable.

El reto, ahora, consiste en aumentar la calidad de los artículos y una manera de propiciarlo es estimulando la publicación en revistas de mayor FI. Una revista generalista como Nature (FI = 32,18) recibe unos 9.000 manuscritos al año, de los que rechaza el 95%. Development, por poner un ejemplo de revista especializada de gran calidad (FI = 7,15), rechaza el 70%. Está claro que los criterios de selección son mucho más exigentes en las revistas de mayor FI, ya que son las que, por su prestigio y difusión, tienen más pretendientes a publicar y deben usar los filtros de calidad más severos. Se trata, pues, de un reto difícil.

No es cuestión de instaurar una especie de culto a las revistas de alto FI, sino de atender a la esencia del oficio de investigador, cuya misión no es otra que incrementar el conocimiento y difundirlo. No confundamos las cosas. Los investigadores no publicamos para obtener financiación o promoción, sino para difundir los conocimientos que generamos. Y cuanto más importante sea el conocimiento generado y más eficaz sea la difusión, mejor ejerceremos nuestro oficio. Y, claro es, los vehículos más eficaces son las revistas de alto FI de cada especialidad, que todo el mundo lee y a las que todas las bibliotecas están suscritas.

Ya hemos abusado demasiado de la cultura de la cantidad, pero la situación puede empeorar. En un mundo dominado por la racionalización feroz, también en política científica se impondrá con fuerza el quid pro quo. Las relaciones entre el ente financiador y el ejecutor de investigación adquirirán forma contractual. Se acordará invertir una cantidad de dinero en unos objetivos concretos, y el contrato incluirá el número de artículos científicos que se prevé publicar. La cuantía del siguiente contrato estará en función del cumplimiento de los objetivos y de si se ha alcanzado el número de publicaciones comprometido en el anterior.

En ese escenario, si no se proponen alternativas que primen los trabajos bien hechos por encima del número de trabajos, el descenso sostenido de la calidad de los mismos está garantizado.

Como siempre, me he quedado asombrado. Asombrado por dos razones: la primera es la importancia que se le da al dichoso factor de impacto de las revistas. En este país de nuevos ricos, que es España, siempre pretendemos ser más papistas que el mismísimo Papa. Investigadores de muchos países, entre ellos los de EE.UU., no se preocupan de cual es el ranking de la revista en la que estan publicando. Sólo intentan publicar buenos artículos y ya está. Si el artículo es bueno, no hay que preocuparse demasiado. De buen seguro que los otros científicos lo citarán como ejemplo a seguir. De hecho, la literatura científica está llena de ejemplos de artículos fundamentales publicados en revistas internacionales que se sitúan en la parte media de la tabla de factores de impacto.

La segunda razón no está ligada a que ahora se intente primar la calidad de los artículos sobre la cantidad de éstos (reinvindicación largamente solicitada por muchos de nosotros), si no a que no se acaba de contar la historia completa.

Todo el mundo sabe que la calidad de la investigación está ligada a dos factores: el primer factor está representado por el capital humano y el segundo por el financiero.

Es de perogrullo que para hacer ciencia de alta calidad necesitas fichar a los mejores científicos que existan en la especialidad. No puedes pretender cosechar grandes frutos (ni publicar en las mejores revistas científicas) si no tienes a tu disposión a eminentes lumbreras que sean lo suficientemente creativos como para hacer aportaciones significativas en un determinado campo de la ciencia. Pero es que, una vez solucionado la disponibilidad de buen capital humano, hay que dotarlo de suficientes medios económicos para que puedan desarrollar sus capacidades creativas al máximo. De nada sirve tener a genios en plantilla si no tienen dinero para llevar a cabo sus investigaciones. Es más, sin dinero seguro que no tendrás a estos eminentes científicos trabajando para tí. Estarán todos en otro país con muchos más recursos económicos, como Alemania, EE.UU o Japón, por poner tres ejemplos.

¿Cómo pretende el Sr. Bellés que publiquemos en las mejores revistas científicas si cada vez que pides recursos económicos para poder trabajar se te recortan sistemáticamente y, en la mayoría de veces, se dejan a niveles bastante ridículos? ¿Cómo pretende que llevemos a cabo nuestras ideas si no tenemos dinero suficiente para llevarlas a cabo? Los tres países que encabezan el ranking de trabajos más citados en la literatura científica (Japón, EE.UU. y Alemania) son los tres países que más dinero invierten en I+D. Por algo será. De acuerdo, que desde hace dos años el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero está aumentando un 25% la financiación en I+D, pero es que partimos de un presupuesto tan bajo, que aún han de pasar bastantes años para igualar la media de la financiación europea (y no quiero ni pensar los que necesitaríamos para ponernos a la misma altura que EE.UU. o Japón).

Yo creo que, antes de hablar de calidad científica, hay que incrementar de forma significativa la financiación en I+D. Sólo cuando tengamos una financiación equiparable a los países que encabezan el ranking de los trabajos más citados desarrollaremos suficientes trabajos publicables en revistas de alto factor de impacto como para encabezar el ranking.

Si con los recursos de los que disponemos ahora estamos en el puesto 17 ¿qué puesto ocuparíamos si tuviésemos la financiación de los países que encabezan el ranking? Esto demuestra que no es un problema de falta de materia gris si no de dinero para materializar lo que se cuece en nuestras cabezas ...

Pero como siempre, queremos ser más papistas que El Papa ... como todos los nuevos ricos.

No hay comentarios: