jueves, mayo 18, 2006

90 grados y otras conquistas

La vida está llena de pequeñas conquistas que, muchas veces, nos pasan desapercibidas. Las prisas, el aburrimiento de la rutina y la costumbre no nos permiten apreciar pequeños gestos y eventos que nos suceden y que son lo que le dan un toque especial a la vida. Sólo en circunstancias en las que no podemos realizar esas conquistas diarias nos damos cuenta de su existencia ...

Para mí, una de esas conquistas es la ducha. Desde hace una semana ya me puedo duchar de pie, como cualquier hijo de vecino. Hasta hace una semana, entrar en la bañera era una auténtica pesadilla ya que lo tenía que hacer con la ayuda de las muletas. Una vez situado en el borde exterior de la bañera tenía que suspender todo mi cuerpo de las dos muletas, y mediante un complejo movimiento equilibrista, levantar primero la pierna sana y, después, la pierna derecha de forma rígida porque no podía dobla la rodilla, para poder superar el borde de la bañera, y entrar dentro de ésta. No os podeis imaginar lo complicado que puede ser superar un obstáculo de unos 40 cm de alto cuando no puedes flexionar una rodilla ni apoyar en el suelo la pierna. Una vez dentro, y siempre con la ayuda de las dichosas muletas, giraba 90 grados y como podía me sentaba en el suelo de la bañera. Y sólo después de todas estas filigranas equilibristas conseguía ducharme. La salida de la bañera aún era más complicada porque el fondo de ésta estaba mojada y con restos de jabón, lo que la convertía en una auténtica pista de patinaje ...

Ahora todo esto se acabó hace una semana. Ahora ya flexiono lo suficiente la rodilla como para levantar el pie del suelo y superar sin problemas el borde la de bañera. También me siento lo suficientemente seguro como para apoyar mi pierna lesionada los instantes necesarios como para poder entrar el otro pie dentro de la bañera. El resto es pan comido.

El poder entrar y salir de la bañera, y poderme duchar como antes, es, para mí, toda una conquista hacia la normalidad anterior del accidente.

Otra conquista es la de disponer de mi propio chófer. Un sueño que tenía de forma recurrente cuando era pequeño era que me veía siendo un adulto saliendo de mi casa y encaminándome con paso tranquilo, hacia un Rolls-Royce negro azabache e impoluto, donde un chófer perfectamente uniformado me abría la puerta. Una vez acomodado dentro del coche, el chófer cerraba la puerta con suavidad, ponía en marcha la radio (en esa época aún no había CD's) y se oía de música de fondo alguna cantata de Juan Sebastian Bach (la música de Mozart no me parecía adecuada, y no me pregunteis porqué). El Rolls-Royce se deslizaba por las calles de Barcelona muy suavemente y yo disfrutaba de lo lindo de la música y de los diferentes paisajes arquitectónicos que veía desde la ventanilla. Delirios de grandeza infantiles ...

Pues desde hace también una semana lo he conseguido ... aunque no es exactamente como lo había imaginado. Desde hace una semana, el tulli-minibús solo me recoge a mí. Se ve que los dos otros tullidos temporales con los que compartía transporte hacia el lugar donde realizamos los ejercicios de rehabilitación ya no lo necesitan. Ya pueden llegar al centro por su propio pie. Esto tiene la ventaja que le puedo pedir donde quiero que me recoja, lo que me permite bastante libertad de movimientos. Sobre las 16.15 horas, minuto más minuto menos, el tulli-minibús se presenta a la dirección convenida el día anterior para llevarme al centro de rehabilitación. El chófer, en cuanto ve que me aproximo al vehículo, baja rápidamente y me abre la puerta lateral para que yo pueda entrar. No lo hace porque sea su obligación si no porque yo no tengo suficientes manos para lidiar con la bolsa donde llevo la ropa deportiva para hacer los ejercicios de rehabilitación, las dos muletas y la puerta del coche. Una vez me he acomodado dentro del tulli-minibús, el chófer cierra la puerta de un golpe seco (cualquier día me romperá el tímpano de la oreja derecha por culpa de la onda sónica que se genera al cerrar la puerta del coche), entra él, y conecta la radio. La música que sale de ese infernal aparato no es una cantata de Bach, ni siquiera música clásica, sino alguna canción estridente que en esos momentos están pinchando en los Cuarenta Principales. Evidentemente, la música no está a un volumen razonable sino que está puesta para que la oigan los sordos. Nunca consigo acordarme coger los tapones antes de salir de casa ... igual de esta forma conseguiría oir la música a un volumen más razonable. El trayecto hacia el centro de rehabilitación es toda una epopeya. El chófer del tulli-minibús es un conductor compulsivo. Está cambiando constantemente de carril, acelerando y frenando de forma brusca, y pitando a quien se le ponga por delante, con tal de avanzar lo más rápidamente posible. No hay manera de ver nada por la ventanilla del mini-tullibús. Suficiente ya tengo con sujetarme para no ir dando bandazos dentro del vehículo y salir peor de lo que he entrado. Este estilo de conducción me pone muy nervioso ... con lo tranquilo que soy yo ...

No es un Rolls-Royce negro azabache e impoluto si no un tulli-minibús de color indefinido por culpa de la ingente cantidad de polvo acumulada en la chapa. No me encamino hacia él con paso suave si no que voy dando saltitos ayudándome con dos muletas. No me espera un chófer perfectamente uniformado si no un hombre normal y corriente. No suena Juan Sebastian Bach si no el famosillo de turno de los Cuarenta Principales. El chófer no conduce de forma suave sino que diariamene corre el Rally París-Dakkar por las calles de Barcelona ... pero tengo chófer propio. Aunque sea temporal ...

Quien no se consuela es porque no quiere!

Y mi conquista más importante la dejo para el final. Ayer conseguí flexionar la rodilla hasta los 90 grados. Y eso me hizo muy feliz. Poco a poco voy progresando. Entre la máquina que me obliga a flexionar la rodilla (que por cierto se llama Artromot K-2, y de la que os dejo una foto [www.kinessonne.com] que he encontrado navegando para que os hagais una idea de como es) y el fisioterapeuta voy rompiendo las adherencias fibrosas que se han generado en los músculos por la falta de actividad.Ahora empiezo a ver que las lágrimas, gritos y lamentos sirven para algo ...

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